En el corazón del corregimiento El Totumo, una experiencia turística liderada por su propia comunidad transforma el dolor en memoria, el arte en motor de desarrollo, y la cultura en puente hacia la paz.
Hace más de una década, en el corregimiento de El Totumo (Necoclí), comenzó a germinar una transformación profunda: la Corporación Cultural Totumo Encantado se propuso sembrar arte en medio del territorio, y desde entonces, su cosecha ha sido una comunidad más viva, más conectada y resiliente. En el año 2024, esta organización celebró sus diez años de existencia con una nueva propuesta: potenciar el turismo comunitario desde las artes, los saberes ancestrales y la memoria del territorio, así nació “Arte, Memoria y Saberes Ancestrales Totumo Encantado”, una experiencia turística vivencial que invita a los visitantes a descubrir el alma de El Totumo a través de sus protagonistas, su gente.
Gracias al acompañamiento de la red CODESPA y la red INTERACTUAR, en el marco de la plataforma Work4Progress, un proceso impulsado por la Fundación Grupo Social y la Fundación La Caixa en Necoclí; la iniciativa ha podido fortalecer los emprendimientos que conforman la experiencia, proyectarse con mayor sostenibilidad y seguir soñando con mostrarle al mundo una experiencia cultural que integra arte, saberes ancestrales y comunidad.
Recorrido por la memoria viva del territorio
El recorrido comienza en el Centro Cultural Totumo Encantado, donde los visitantes ingresan a una emotiva sala de memoria donde se abordan sucesos del conflicto armado en Urabá. A través de exposiciones artísticas, testimonios y datos históricos, la comunidad relata su historia, no desde el dolor, sino desde la fuerza de la resistencia, como un acto de memoria y no repetición. Allí, se reflexiona colectivamente sobre la paz: cómo se construye desde lo cotidiano, desde la escucha, la empatía, y el compromiso con el otro. Tras el encuentro con la memoria, la experiencia da paso a la alegría con una clase vivencial de bullerengue ofrecida por el grupo Palmas y Voces del Totumo Encantado. Los visitantes aprenden los tres ritmos principales del bullerengue, exploran los instrumentos tradicionales y se atreven a mover el cuerpo al son del tambor, descubriendo en este ritmo ancestral una forma de conexión colectiva. Luego, el grupo visita La Pazarela, una tienda de artesanías que reúne el talento de artesanas y artesanos del corregimiento. Este espacio, liderado por la Escuela de Mujeres de la Corporación Totumo Encantado, es un ejemplo de cómo el arte y la economía solidaria se entrelazan para fortalecer la autonomía económica y la visibilidad del trabajo comunitario. La ruta continúa hacia un paraíso escondido: Playa Machín, una playa comunitaria donde las mujeres lideresas reciben a los visitantes con el corazón abierto y los sabores típicos del Caribe antioqueño.
El almuerzo suele incluir arroz de frijol negro, fricaché de pescado, patacones y ensalada de payaso (remolacha y zanahoria), una combinación que evoca las tradiciones de Semana Santa en Necoclí y que honra la sabiduría gastronómica del territorio.
Entre risas y relatos, aparecen en escena dos personajes representados por actores del Centro Cultural Totumo Encantado: Ismael Porto, destacado escritor y primer alcalde electo de Necoclí, y El Cone, figura popular del corregimiento. A través de ellos, los visitantes aprenden sobre las costumbres locales, anécdotas curiosas y refranes cargados de sabiduría. Además, se encuentran con Ramón Gaviria, un pescador artesanal que comparte su experiencia sobre la pesca tradicional en el Golfo de Urabá, cómo ha cambiado en los últimos 50 años y por qué es vital protegerla hoy. Luego del almuerzo y las conversaciones, llega el momento de disfrutar las hamacas bajo la sombra, el mar en calma, la brisa fresca, tinto y galletas de limón, y la posibilidad de simplemente estar. Es un instante de descanso que permite integrar la experiencia vivida, en cuerpo y alma.
La magia de Necoclí está en su gente
Esta experiencia no solo invita a hacer turismo, invita a reconocer el valor de lo comunitario, a mirar de frente la historia y a abrazar la vida con arte, memoria y sabiduría ancestral, porque en El Totumo, como en todo Necoclí, la paz no es un
discurso, es una práctica cotidiana.
