Por David Alejandro Mendoza
“¿Por qué está sucediendo todo este represamiento?” Me preguntó una habitante de Necoclí después de contarle quien era y por que estaba allá. La pregunta me dejó un poco pasmado, ya que sentí una responsabilidad inmensa por intentar explicar una situación que ni yo estaba seguro si comprendía del todo, además de pretender aclararle a una habitante del municipio algo que para muchos de ellos es evidente. Para mí, la idea de la migración empieza con lo que dicen la prensa y los funcionarios públicos, conocimiento que a veces suele ser acertado, pero se queda en una visión muy superficial de lo que significa el paso de migrantes por Colombia hacia Panamá. Para responderle a esta mujer, intenté alejarme de ese discurso y respondí desde una visión amplia. Empecé por el principio. Desde el punto de vista global ¿Por qué salen las personas de sus países de origen para emprender este largo viaje?
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Haitianos aglomerados en la zona del puerto de Necoclí – 19/08/2021
Sobre las personas que atraviesan Colombia, escuchamos que buscan llegar al norte del continente, la mayoría con aspiraciones de crecimiento económico personal y/o familiar. Detrás de esas aspiraciones económicas, también hay una profunda indignación y malestar por sus países de origen y la situación por la que pasan. Desde gobiernos profundamente corruptos, grupos violentos que dominan y hacen invivibles regiones enteras, hasta desastres ecológicos y malestar generalizado. Sin embargo, pese a que esto es cierto, para muchas personas, la migración se convierte también en una especie de tradición. Fugarse del país de origen se vuelve una aspiración palpable, sobre todo cuando se riegan como pólvora las historias de éxito en el exterior. El deseo de viajar nos jala poderosamente a salir de nuestra zona de confort, aunque pueda implicar no llegar a su destino. Son muchos los motivos para volverse migrante. Lastimosamente, al momento de decidir viajar, estas personas se estrellan con las políticas migratorias de lo que para ellos son simplemente sitios de paso, países que están entre ellos y su destino.
Estas políticas también van de la mano de intereses de los países de destino que extienden su influencia sobre los países de paso, como es el caso de Estados Unidos cuyas políticas llegan hasta Colombia y parecen no tener en cuenta el complejo flujo en el que se convierte la migración.
“Hijo mío, las puertas del mundo no pueden ser cerradas (…) Es como una corriente de agua. Si pones una piedra en su camino, puede que la detengas, pero pronto encontrará otro curso”
Estas son las palabras que le dijo Amir Heidari a Shahram Khosravi, un antropólogo y migrante pakistaní cuando estaba ansioso por no creer ser capaz de llegar a su destino. Para Amir, frenar a las personas que viajan es una decisión absurda. Hemos visto como en el mundo, en Colombia y en Urabá los represamientos de los últimos años empeoran la situación para las personas, que, como un flujo de agua, encuentran otro cauce, muchas veces uno mas peligroso para ellos. La mayoría de migrantes buscan tener un estatus legal, tener la documentación al día, incluso pedir visas para que su paso sea fluido. Algunas políticas, por el contrario, entorpecen y van en contravía del bienestar de los que viajan, dejándolos a merced de la ilegalidad. Las personas que viajan cargan consigo más cosas que su maleta; es evidente que la etiqueta de migrante vuelve vulnerable a quien la lleve en su viaje.
Algo así le respondí a la señora que me hizo esta pregunta. Las políticas migratorias bloquean un flujo masivo, flujo que va más allá de una simple búsqueda de recursos económicos. La cantidad de haitianos que se aglomeraban en agosto de 2021 en Necoclí hizo que esta duda estuviera en boca de todos nosotros. Su pregunta era de curiosidad, en ningún momento me pareció que le incomodara el flujo, o que lo percibiera como un problema. El tiempo que estuve allá siempre me dio la impresión de que la gente de este municipio recibía complacida a los migrantes y simpatizaba con ellos. Muchos establecían fuertes vínculos con los que cruzaban por allí. Para ella pudo ser la pregunta por comprender, pero no por reprochar su presencia en el malecón y el muelle. Inmediatamente después, se quejó de los abusos que sufrían las personas que viajaban, de cómo los robaban y estafaban en la ruta. Cómo circulaban de boca a boca noticias de personas deambulando en las carreteras de Urabá, abandonadas por transportes por los que pagaron altas sumas. Realmente le indignaban las situaciones a las que estas personas eran sometidas. No pude estar mas de acuerdo con ella. Lastimosamente, pensar en un fenómeno tan complejo me hizo ignorar mi propia pregunta para los habitantes de Necoclí. Una pregunta que me surgió cuando llegué y saltó a mi vista: un cartel con la palabra “Ebéjman” ¿Qué significa?
En un poste de luz, entre otros letreros, un aviso que dice “EBÉJMAN” – 20/08/2021
En varios lugares en las calles de Necoclí me encontré con lenguas totalmente distintas del español. En el muelle, por las calles, por las tiendas, por zonas residenciales, en las playas… No fue solo esto, también logré escuchar música en esas lenguas. Estas letras y palabras se volvieron parte del paisaje y llamaron profundamente mi atención. Pronto descubrí que habían anuncios en creole haitiano, pero también en francés, inglés y portugués. En el ambiente sonaba a todo volumen un extraño ritmo llamado Raboday. También vi circular dólares, pesos chilenos, reales y soles junto con los pesos colombianos. Vi cómo se llenaban las playas de caras despejadas y satisfechas por un momento de esparcimiento, y las mañanas cuando salían las lanchas veía las mismas caras llenarse de nerviosismo y de lúgubres despedidas. Como un flujo de agua que crea un cauce, el flujo de personas ha transformado a Necoclí, dejando unas huellas visibles y otras imperceptibles en su economía, en los espacios, pero sobre todo en su gente.
Aunque su permanencia sea corta, es impresionante la influencia que puede tener un grupo de personas en un lugar. Como individuos, o como grupos, siempre están a la expectativa de continuar su camino. Prefieren pagar exorbitantes precios para moverse que para quedarse varados. Sin embargo, no son un rio de personas homogéneas que cruzan el continente (como parece ser la visión institucional de este fenómeno). En Necoclí entendí la particularidad que existe en cada persona y cada historia. Sus razones y sus circunstancias son el resultado de eventos y motivaciones únicas que terminan congregándose en los sitios por los que transitan, dejando marcas visibles en los espacios.
Este flujo heterogéneo hace parte ya de la identidad del municipio y su gente, pero que tanto duren esas huellas es incierto. En dos visitas al municipio, los cambios se hacen evidentes: aparecen y desaparecen locales, puestos, carteles y personajes, incluso presencia institucional que intenta seguirle el ritmo a los apresurados cambios. Tal vez la próxima vez que vuelva, me encuentre con nuevas huellas y se pierdan para siempre otras. “Ebéjman” significa algo como “hospedaje” según lo que me dijo un haitiano cuando le pregunte. Sin embargo, logré entender que lo relevante no era el significado concreto de la palabra, sino que estos extraños lenguajes, tan ajenos a nosotros, son una bienvenida a ese “otro” foráneo, que dejó una huella profunda en el municipio de Necoclí.
Este artículo se deriva del proyecto «Siguiendo el hilo de la errancia: travesías de viajeros del sur global por la región de Urabá» y fue financiado con fondos de la convocatoria programática de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes en su versión 2018 del Comité para el Desarrollo de la Investigación (CODI) de la Universidad de Antioquia. El proyecto se cofinanció a través del proyecto «Ampliación alcance proyecto «Siguiendo el hilo de la Errancia: Travesías de Viajeros del Sur Global por la Región de Urabá» de la Dirección de Investigación de la Universidad del Rosario.